Érase una vez, hace muchos, muchos años, existían cinco reyes que, además de deleitarnos con su sabor, nos traían proteína, grasa y calcio. Los cinco venían de distintas partes de Europa, y mantenían mucho respeto por sus antepasados, que pasaban las noches mirando las estrellas cuidando del ganado.
Coulommiers, un tipo muy Brie, venía cubierto por un manto blanco y nos traía trufa negra.
Etivaz bajaba de la montaña cada invierno, para regalarnos sus flores y sus pastos frescos, que sólo encontraba en verano.
Abuelo Ruperto nos contaba cómo los quesos curados de oveja en España podían ser distintos a los de siempre, aprendiendo mucho de su amigo Etivaz y las montañas suizas.
Epoisses, aunque olía un poco a pies, era todo sabor y ternura.
Blu 61, el más alegre, recubierto por su ligero manto de vino condecorado con arándanos, aportaba siempre color y sabor a las reuniones en familia o con amigos.